“Yo no podría”: (des)apuntes sobre la exclusividad y la jerarquía de los afectos
Este texto es parte del fanzine 'Yo no podría: un (no)monográfico sobre poliamor y no monogamias', publicado desde Gráfica Perversa y Ruina y distribuido en la tienda online de la Editorial AVENATE.
Portada del fanzine 'Yo no podría'.
Desde un punto de vista monógamo, el poliamor y las no monogamias despiertan una serie de miedos, escenarios catastróficos, tornados y truenos de celos y de inestabilidad. Todo este feedback (muchas veces no pedido) se llena de “yo no podrías” que nos hacen saber qué es lo que más asusta. “Yo no podría tener varias parejas”, “yo no podría saber que mi novix siente cosas por otra persona”, “yo no podría f*llarme a otrx sin sentirme culpable”.
Este es el mayor temor: romper la exclusividad. Está bien. Es normal. Es lo que hemos aprendido. La exclusividad es actualmente sinónimo de amor: de respeto, de seriedad, de autenticidad y de plenitud. Así, el poliamor y las no monogamias están leídas como un riesgo para todo ello, para el amor verdadero. Sin embargo, de lo que va todo esto es de entender que la exclusividad no es sinónimo de monogamia, o en otras palabras, que la monogamia no se sostiene únicamente de la exclusividad.
“Entender la exclusividad como el principio más característico (o el único) de la monogamia es comprar el discurso hegemónico, pasando por alto la posibilidad de disidir contra todo lo demás.” – Alba Centauri
Si eliminando la exclusividad de la ecuación se desmontase todo el entramado monógamo que nos organiza, todo sería mucho más fácil. Seríamos no monógamas por el hecho de vincularnos con más de una persona, e incluso el hombre más pone-cuernos de la faz de la tierra se convertiría en héroe y símbolo de práctica poliamorosa.
Pero tú y yo sabemos que no es así de simple. Que perder la exclusividad, a pesar de ser el mayor temor monógamo, no es suficiente. Que la exclusividad es “solo” una herramienta, un símbolo de privilegio, una marca jerárquica. Porque al final, la monogamia pasa por otorgarlo TODO a una única persona, a la que responsabilizarás de tu felicidad y a la que se lo deberás todo todo el tiempo.
Ya no solo no gobernarás sobre tus deseos sino que tampoco gobernarás sobre tus placeres. No podrás identificar ni sentirte satisfecha con el placer que sientes cuando compartes intimidad con una amiga, porque no será suficiente.
“La exclusividad afectiva solo puede existir en compañía de una jerarquización del amor romántico por encima de otros afectos.” – Alba Centauri
En este sentido sostenemos que hay muchas formas de romper con la monogamia y muchas dinámicas subversivas que podemos trabajar en nuestro día a día, en nuestras redes afectivas y con nuestros vínculos, que no necesariamente tienen que pasar por la no exclusividad.
Contra todo pronóstico, no eres menos monógama por tener más parejas sexoafectivas, ni eres más monógama por solo tener una, o incluso por tener con esta acuerdos de exclusividad por la razón que sea. Es decir, no tiene que ver con el cuánto, sino con el cómo.
“El número de vínculos no importa, sino la forma de construirlos.” – Alba Centauri
Así, en el momento en el que entendemos la jerarquía como uno de los dispositivos nucleares del sistema monógamo, esta se convierte en el punto de mira para muchas de nosotras. En otra dimensión hipotética del mundo (que me imagino y no es real) donde esto se entiende así, la mirada monógama sigue echándose las manos a la cabeza cuando oye hablar de poliamor, pero el mayor miedo monógamo cambia, y con él todos sus “yo no podrías”. “Yo no podría ‘desjerarquizar’ todos mis afectos”, “yo no podría concebir mi red afectiva más allá de mi pareja”, “yo no podría darle la misma importancia, atención y cuidados a mis amigas”, “yo no podría dejar de sentir que mi pareja es mi vínculo principal, y que secundarios son todos los que vienen detrás”.
“Además de la jerarquía ‘primaria’ vs. ‘secundaria’ de la que generalmente se habla, existe en la sociedad una distinción entre las relaciones románticas (sexo-afectivas) y las de amistad o las familiares. Poniendo la intimidad física por encima de cualquier otra”. – Alba Centauri
Aún podemos ir más allá al hablar de jerarquías. Elevamos el amor romántico por encima del resto de amores, pero, incluso dentro del amor romántico caemos en la jerarquización de unos vínculos sobre otros. Con frecuencia, la legitimidad de estas jerarquías se sostiene sobre premisas hegemónicas como la importancia que le damos a la antigüedad de la relación, a la cohabitación, a los proyectos de futuro compartidos, etc. La prioridad nos indica una configuración concéntrica, en la cual las personas ocupando los círculos más cercanos a mí -en el centro- son a quienes más atención, tiempo, energía y cuidados dedico.
La manifestación de esta jerarquía se puede encontrar de una forma muy clara, obvia y etiquetada: la clásica separación nominal entre mi pareja “principal” y mis parejas “secundarias”; pero también nos la encontramos de una forma más sutil y peligrosa. Esto puede terminar generando estructuras jerárquicas dentro de los propios “poliamores”, en las cuales existe un vínculo principal que decide e interviene en los ritmos, los tiempos y en los procesos de vínculos secundarios, que no cuentan con autonomía ninguna.
“La jerarquía se refiere a una configuración piramidal, en la cual las personas ocupando la cima tienen autoridad para decidir sobre asuntos que afectan directamente a las personas en la base.” – Alba Centauri
Cuando comienzas tus andaduras por estos mundos hay una palabra mágica que te asalta en todas las cuentas de difusión de poliamor, en todos los artículos y en todos los talleres de no monogamias para principiantes: los acuerdos. Estos cargan sobre sus espaldas la responsabilidad de evitar hacernos daño a la hora de vincularnos sin exclusividad. Muchas veces se manifiestan en forma de límites (temporales o permanentes) que establecemos con nuestra pareja, que nos protegen y nos intentan facilitar el camino de la deconstrucción haciéndolo más progresivo y amable. Puede aparecer en forma de: “ahora mismo no me siento preparada para que viajes con tu otra pareja, acordamos que no ocurra, de momento”; o de: “no me hace sentir bien que viajes con tu otra pareja porque es lo que haces conmigo, prefiero que solo viajes conmigo para seguir sintiéndome especial, diferente, más importante que ella”.
El problema es que en muchas ocasiones estos acuerdos responden a necesidades que entran en conflicto con las necesidades de otra persona con la que se vincula tu pareja. Y es cuando no has logrado desentramar los dispositivos jerárquicos heredados de la monogamia, cuando das prioridad a los sentires y las necesidades de de un vínculo principal en detrimento de los sentires y las necesidades de los vínculos secundarios, porque son “menos importantes”, porque no han escalado lo suficiente como para lograr el estatus de “pareja”, porque ese puesto ya está ocupado por otra persona. “Amor, no puedo ir a este viaje que me propones, aunque para ti sea importante, aunque ayudase a que dejases de sentirte secundaria, la otra, la amante. Ahora mismo, decido priorizar que mi pareja (¿principal?) se sienta segura”.
Priorizar unas relaciones afectivas por encima de otras es inevitable y normal, pues nadie tiene la capacidad ni los recursos para cuidar de todas las personas que conoce o con las que se cruza por igual. En términos éticos, podemos igualmente cuestionar cómo priorizamos nuestros vínculos emocionales íntimos. – Alba Centauri
Empecé hablando de todos esos miedos, escenarios catastróficos, tornados y truenos de inestabilidad que nacen en las miradas monógamas cuando el poliamor se pone sobre la mesa. Quizás este texto sea una forma de afirmar que todos esos miedos, escenarios catastróficos, tornados y truenos de locura y de inestabilidad no desaparecen cuando la no monogamia te abraza (o cuando te da una hostia, mejor dicho). Simplemente: el foco cambia.
Lo que se plantea aquí parece un problema matemático sin solución: ¿cómo se jerarquiza orgánicamente sin jerarquizar “monógamamente”, estableciendo acuerdos para cuidarnos y proteger nuestra salud mental, pero sin dejar de lado las necesidades de los otros vínculos de mis parejas para no caer en lógicas monógamas dentro de nuestras relaciones poliamorosas? Suscríbete para descubrirlo. (Spoiler: no lo sé).
¿Por qué y a quién elegimos cuidar más? – Alba Centauri