Escritura predictiva: cuando la ficción se derrama sobre la realidad
La escritura profética es un fenómeno literario en el que algo que ocurre en un texto de ficción de pronto se hace realidad. Pero, ¿lo llamaríamos "predicción" si tomáramos más en serio las fuentes de información no racionales?
Una mujer mayor y una niña con un libro. / Foto: Suzy Hazelwood (Pexels)
Ya había oído hablar sobre este fenómeno. Escribir algo desde la ficción y que ese algo se cumpla. Sabía que se llamaba escritura predictiva y lo observaba con cierta curiosidad, con cierta distancia, hasta que me ocurrió. Cómo es posible. Una mañana, escribiendo Nosotras vinimos tarde, me sacudió en el pecho la certeza de cuál tenía que ser el evento que precipitara el final de esa historia. Un giro narrativo doloroso pero que tenía todo el sentido del mundo. Lo escribí y solo hacerlo me llevó al borde de la lágrima en mitad de aquella cafetería pija a la que iba a veces buscando inspiración. Porque sí, la ficción es ficción y los personajes son personajes, pero toda ficción bebe de la realidad que vive quien escribe y en este caso la imagen de la que partía era muy concreta. Cerré el ordenador. Recuerdo resoplar antes de irme y pensar “menos mal que esto es solo una historia”.
Esa misma tarde, lo que había escrito ocurrió.
La escritura predictiva, o escritura profética, es un fenómeno sobre el que sobrevuelan diversas teorías y una nebulosa de misterio, salpicada a menudo por giros problemáticos y capitalización oportunista. Como tantos otros conceptos interesantes, su observación desde un marco patriarcal y colonial lo reduce a unas meras coordinadas científicas o un método de ganar dinero rápido. En una primera búsqueda de textos sobre el tema, es fácil comprobar que la mayoría se refieren a predicciones a escala macro, respecto a ordenaciones sociales o avances tecnológicos, como Orson Wells narrando una sociedad hipervigilada o Julio Verne adelantándose a los viajes espaciales. Sin embargo, raramente se aborda lo que más interesante me parece: lo cotidiano, esas pequeñas predicciones inauditas enmarcadas en el plano de lo personal. Además, estos textos achacan la capacidad predictiva de la literatura al amplio conocimiento del Escritor™ sobre la realidad actual, la tecnología, la sociedad, como si primero llegara a esa conclusión y después escribiera sobre ello. Al final, el mensaje es que las predicciones literarias son la conclusión lógica de una serie de conocimientos racionales.
Esto puede ser verdad en los casos citados, pero también me resulta, francamente, algo aburrido. Bastante normativo. ¿Qué pasa con todo lo que se queda fuera de estos parámetros? ¿Qué pasa con las predicciones tan concretas que parecen imposibles de explicar? ¿Con las fuentes de conocimiento que desbordan el raciocinio, como la intuición o los pálpitos? ¿Con el vínculo emocional, a menudo imperceptible, entre texto y persona? Shakira ya nos anunció que la intuición es una fuente de conocimiento marcada socialmente por el género (bueno, ella no dijo eso, pero reinterpretamos) y, de nuevo, por la colonialidad. ¿Es posible que aquella mañana mi cuerpo hubiera recogido información de forma inconsciente, intuitiva, y que esta información encontrara su canalización a través de la escritura? ¿Lo llamaríamos “predicción” si tomáramos más en serio las fuentes de información no racionales?
En el podcast Tema libre de la editorial Anagrama, les escritores Daniel Saldaña París y Llucia Ramis conversan sobre la escritura profética, él desde una perspectiva más mágica y ella desde lo analítico, pero aun así poniendo en el centro una emoción muy concreta, el miedo.
“Yo creo que tú eres un poco más racional, yo tengo ahí una especie de pensamiento mágico que tú te sacudes con mucha elegancia diciendo que más bien son profecías auto-cumplidas y que te fuerzas a que ocurran. Yo en cambio sí entro en un estado de ánimo supersticioso respecto a la escritura, que creo que tiene posibilidades anticipatorias. Como que hay una suerte de mancia en la escritura”, dice Daniel.
“Tú crees que es más mágico que una cuestión de análisis. Yo lo veo como que, al final, de tanto hablar sobre el tema lo provocas. Eso que te da tanto miedo al final acaba sucediendo porque tú mismo has provocado lo que te asustaba. Como lo de mirar el abismo y el abismo te mira a ti”, apunta Llucia.
Llucia Ramis dice que escribir es despertar el miedo a nuestro futuro, anticipar a través del temor lo que pueda pasar
Plasmar un miedo sobre el papel puede ser parte de una espiral causa-consecuencia en la que no se pueda llegar a reconocer con exactitud un punto de partida. ¿Escribes porque tienes miedo de que ocurra y así tratas de adelantarte a sus posibles consecuencias, o ya has intuido que podría ocurrir y por eso te sale escribirlo, aun sin darte cuenta de ello? ¿Puede la exteriorización narrativa de un miedo precipitar lo temido en la vida real? Un posible ejemplo: existen muchas bromas sobre todos los eventos reales que fueron predichos por la serie Los Simpsons, la mayoría a gran escala, como el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, pero no todos. En un episodio emitido en marzo de 2014, un personaje creado como parodia del futbolista Neymar fingía una lesión durante la Copa del Mundo. Tres meses más tarde, en julio de 2014, Neymar se lesionaba de verdad en la Copa del Mundo. Y yo, que tengo cero interés por los eventos futbolísticos masculinos, me muero de curiosidad: ¿vio Neymar este capítulo de Los Simpson y se le enganchó en el pecho el miedo a que ocurriera de verdad? Llucia Ramis dice que escribir es despertar el miedo a nuestro futuro, anticipar a través del temor lo que pueda pasar. Es imposible saber si una lesión puede ser provocada por un guionista que la escribe, pero lo que sí puede saberse es que este evento puede sembrar la semilla de una emoción muy real: el miedo. Y es ese miedo el que, como dice Ramis, tendría el poder de modificar la realidad. Incluso la persona más escéptica sentiría incomodidad al agarrar papel y boli y escribir, por ejemplo, que un familiar muy cercano sufrirá una muerte dolorosa. De una forma u otra, desde la creencia consciente o la respuesta emocional, instintiva, escribir acerca lo abstracto a la materialidad.
Sin embargo, como ocurre con todo, sin una lectura crítica rápidamente aparecen aproximaciones problemáticas e instrumentalistas. Tal vez el ejemplo más descarado sea la ola de new age turbocapitalista que vende todo tipo de métodos para atraer el éxito (horror) y el dinero (ojalá), una especie de trampolín mágico del universo para dar un salto de clase. Libros como El Secreto se han convertido en best-sellers asegurando que, si deseas algo con suficiente ahínco, si lo manifiestas —si lo escribes—, el universo te lo da. Y, por ende, si le has dado demasiado bola a un miedo, si ese miedo se cumple, entonces es culpa tuya, por haberlo atraído. La vinculación de las emociones e intuiciones con la realidad material y su capacidad de afectarse mutuamente se usan así para borrar las estructuras sociales, individualizar las responsabilidades y ganar dinero con ello.
La proyección, la ficción, la escritura, son potentes agentes de cambio
Y es ahí donde creo que hay que hacer la crítica, porque rechazarlo desde el desdén a todo lo que no tenga una explicación absolutamente racional es caer de nuevo en un enfoque arrogante y corto de miras. Claro que la proyección, la ficción, la escritura, son potentes agentes de cambio. Ese mensaje tan largo y difícil que escribes primero en tu app de notas antes de mandárselo a tu amiga no solo te ayuda a ordenar tus emociones y pensamientos: también te acerca un poco más a enviarlo. Es importante no confundir esto con la idea de que, si lo deseas muy fuerte, podrás eliminar mágica e individualmente restricciones sociales estructurales, solo desmontables desde lo colectivo.
La verdad, yo sí pienso que la escritura puede convertirse en una suerte de oráculo si entendemos la intuición como fuente de conocimiento. Ojalá tuviéramos más a mano información sobre la intuición y su conexión con la escritura desde un enfoque crítico. Ya empezamos a darle la importancia que merece a través de fenómenos como la reivindicación crítica del tarot, como explica D. Egia en este artículo en el que concluye: “Nuestras habilidades de interpretación basadas en la intuición están consideradas por los núcleos de poder blancos y académicos como una chorrada. Sin embargo, nosotres sí estamos obteniendo un entendimiento privilegiado de nosotres mismes”. También algunos espacios que operan desde el compromiso social, como la librería Crisi en Barcelona, empiezan a ofrecer recursos al respecto a través de cursos como Acoger el augurio.
Las personas queer bien sabemos lo importantísimo que es imaginar y narrar vidas posibles para poder atrevernos a vivirlas. Tal vez si escribimos sobre esas vidas, nos acercaremos más a ellas. Tal vez la escritura predictiva no tenga que salir únicamente del miedo. Y tal vez, si le vamos prestando más atención a la intuición, llegará un momento en el que no necesitará hacerse oír a través de nuestros textos.