Cantoras del Cono Sur
“El canto es, en todos los pueblos del mundo, desde siempre, una de las formas de expresión más sanadoras”
Las payadoras o improvisadoras Araceli Arguello y Carola López, de Argentina y Chile, y la cantora surera argentina Nayla Beltrán son parte del proyecto Cantoras del Cono Sur, que busca analizar las tradiciones de cante oral desde una perspectiva feminista decolonial y crear redes para poder transformar las prácticas patriarcales que se dan en los escenarios.
Araceli Argúello, Nayla Beltrán y Carola López en Abian Kultur Elkartea, Getxo / Foto: Garazi Basterretxea Barea
El proyecto Cantoras del Cono Sur ha unido a la cantora surera [cantos folklóricos característicos de la región pampeana de Argentina] argentina Nayla Beltran, la payadora [improvisadora] argentina Araceli Argüello y a la payadora chilena Caro López. Junto a otras artistas están realizando una etnografía colaborativa para el Kings College de Londres y están en un proceso de escritura de un libro donde cada una analizará sus espacios desde una perspectiva feminista decolonial. Caro Lopez analiza, por un lado, el oficio de las cantoras de rueda o de cueca [una práctica de canto-poético tradicional basada en la cueca chilena] y, por otro lado, la historia de las payadoras chilenas. Nayla Beltrán está llevando a cabo el análisis del repertorio y de la práctica de las cantoras sureras, la música de la llanura pampeana y busca proponer ejemplos antihegemónicos, otras posibilidades para representar a las mujeres y disidencias. La investigación de Araceli Argüello va más por el lado de la búsqueda del origen de la historia de las payadoras argentinas, que contiene pocas menciones desde 1890 hasta los años 40 o 50 del siglo XX. A comienzos de julio estuvieron unos días en Euskal Herria y pudimos escucharlas en el encuentro Verso a bertso, junto a las bertsolaris Oihana Bartra y Aroa Arrizubieta.
¿Cómo recordáis los comienzos en los escenarios?
Nayla Beltrán: Soy profesora de violín y viola desde los 20 años. Siempre decía “en otra vida me voy a dedicar a esto” cuando veía a alguien cantando con la guitarra. Hace más o menos 10 años, en un momento de crisis, toqué un arpegio de milonga y descubrí la décima [tipo de rima], me hallé y sentí que ahí estaba a salvo. Esas cosas pasan por el cuerpo y no tiene mucha explicación. Cuando me recibí de música y violín me puse de lleno a tocar la guitarra y a escribir, y hace tres años saqué el libro Décimas féminas y empecé a compartir esta poesía y esta música.
“En nuestro caso ser payadora está muy ligado al padrinazgo varonil: por ser compañera o esposa de un payador, siempre hay un parentesco. Siento que muchas veces cuando alguien quiere improvisar necesita esa validación masculina. No es mi caso y no es mi historia”.
Araceli Argüello: En nuestro caso ser payadora está muy ligado al padrinazgo varonil: por ser compañera o esposa de un payador, siempre hay un parentesco. Siento que muchas veces cuando alguien quiere improvisar necesita esa validación masculina. No es mi caso y no es mi historia. No es que se me abrieron las puertas porque quería que entrara, sino porque no quedó otra, era muy evidente si me dejaban fuera. Mi estrategia fue ser perseverante y tenaz. No fue agradable algunas situaciones de sentir que te tienen que considerar porque no les quedó otra.
Caro López: Yo entré a improvisar hace 10 años, había tres payadoras que eran las que habían empezado a fines de los 90. Todas estuvieron ligadas a payadores reconocidos, lo cual suponía ciertos resguardos. Cuando entré me di cuenta que había una cosa muy paternalista, como “te vamos a cuidar, te vamos a dar espacio”. Pero después me he dado cuenta de que conmigo no hablaban las cosas que hablaban entre ellos, no dialogaban de la misma manera. En los contrapuntos me preguntaban, por ejemplo, si tenía novio o resaltaban mi vestimenta o atributos físicos por ser mujer, incluso acoso directamente. Iba todas las semanas a un lugar donde se improvisaba en el centro de Santiago [de Chile]. A veces me iba llorando y pensaba que ya no quería seguir ahí, pero después sentía que quería pelearla, estar ahí en la resistencia y decir mi discurso, aunque otros no quieran escucharlo.
Escuchando vuestras historias resuenan en mi cuerpo muchas de las historias que se cuentan en Reverso [Reikiavik ediciones, 2021), el ensayo escrito por la bertsolari Uxue Alberdi. Uno de los puntos que trata es el juicio hacia los cuerpos y la imagen externa de las mujeres. ¿De qué manera habéis respondido a los juicios o comentarios como el que nos acabas de contar tú, Caro?
C. López: Antes se decía que para ser payador había que ser campesino, cantor a lo divino y hombre. Y yo no era ninguna de las tres cosas. Ponerte ahí implica un quiebre en la tradición. Encima sin ser hija, nieta, madre o esposa de ningún payador y encima ser una mujer que no quiere que la floreen. En un principio yo sentía que me tenía que poner un poco en modo masculino, “yo soy igual que ustedes, soy un payador más” y a veces se lo decía. Entre las payadoras hemos ido tejiendo una red que nos permita habitar los espacios tradicionales de la paya y protegernos, sentirnos tranquilas en los escenarios, construir desde la tradición con lo que queremos decir y con nuestros cuerpos, sean como sean y se vistan como se vistan.
N. Beltrán: Cuando empecé a cantar iba siempre tapada y, a medida que fui tomando más confianza en lo artístico, quizás me permito pintarme un poquito. No quería que nadie pensara que era linda ni nada de eso, porque ya me daba mucha vergüenza mostrarme o cantar delante de la gente.
A. Argüello: En mi caso tiene mucha importancia esto del cuerpo. Cuando empecé la payadora Marta Suint me dio un consejo: que cantara siempre con poncho. Y en un momento me ayudó muchísimo. Y para tomar la guitarra la mayoría ponen la pierna arriba de la silla, siendo mujer si te pones un pantalón apretado, subís la pierna y la gente de debajo te mira todo, una se siente incómoda. Entonces, me dijo que cantara con el colgante de la guitarra, parada con las piernas cerradas y el poncho puesto. Como una muñequita o virgencita tapada. Me fue muy cómodo hacer eso, pero empecé a cambiar la vestimenta, ya siendo reconocida por los pares. En momentos es difícil porque cuando entrás vestida de una manera más desestructurada te exponés a que te estén juzgando desde el primer minuto. Fui desestructurándome, porque tampoco tenía una referencia.
Entonces tú cuando comenzaste, ¿no cantabas con ninguna otra payadora?
A. Argüello: No. Ahora creo que somos nueve en toda Argentina de las cuales cuatro son mayores de 50 años. Cuando yo comencé tenía 20 años. Hay otra camada de mujeres que tienen entre 40 y 50 años, pero están muy para el lado del Sur y tienen otras perspectivas, todas en diferentes provincias, entonces se torna un poco difícil. Cuando nos conocimos con Caro en 2018 fue encontrar a una compañera. Este año en Uruguay con Caro fuimos las dos y compartimos con siete varones, pero antes yo iba sola con siete hombres y te exponen a otra situación.
“Hay una payadora que empezó a improvisar a los 65 y ahora tiene 73. Antes se decía que tiene que aprenderse cuando más joven por una cosa de memoria. Eso de alguna forma lo estamos deconstruyendo. Se puede aprender a cualquier edad a improvisar, tiene que ver mucho con querer hacerlo”.
¿Y como es el panorama en Chile?
C. López: La primera generación de payadoras, estaban ahí, poniendo el cuerpo, poniendo su voz, pero quizás sin una perspectiva feminista tan consciente. La generación nueva planteamos el feminismo en el discurso. Por ejemplo, ocho compañeras escribimos La décima feminista. A lo mejor para el mundo de la paya no fue tan importante, pero sí para muchas que leyeron el libro y nos vieron en los escenarios hablando de otras cosas, porque muestra que se puede escribir algo tradicional sin tener un discurso tradicional. La edad no es impedimento, la juventud y la vejez están presentes en el escenario. Por ejemplo, hay una payadora que empezó a improvisar a los 65 y ahora tiene 73. Antes se decía que tiene que aprenderse cuando más joven por una cosa de memoria. Eso de alguna forma lo estamos deconstruyendo. Se puede aprender a cualquier edad a improvisar, tiene que ver mucho con querer hacerlo.
Otro de los puntos que analiza Alberdi en Reverso es la voz. Vemos las dificultades a las que algunas bertsolaris se enfrentan por tener una voz “demasiado suave”, “demasiado débil”, “demasiado alta”, “demasiado dulce”. Invita a reflexionar sobre cuáles son las voces que se oyen más y las que se oyen menos. ¿A qué dificultades os habéis enfrentado entorno a la voz?
A. Argüello: Yo empecé cantando milonga con todo varones. Algunas mujeres imitan la voz y los gestos de los hombres. A mí no me sale, no modulo la voz imitando al hombre. Poco a poco fui teniendo esa fortaleza de mostrar lo genuino. Yo canto en un registro alto para los varones y soy la única mujer joven, la mayoría son más grandes, me dejan a tres escalafones de desventaja y tengo que bajar mi tono. Ellos se quedan cómodos y yo recontraincómoda. No solo tengo que tocar la guitarra, pensar lo que voy a decir, sino que también pensar cómo lo entono; si me voy a uno pierde el otro, o canto mal o digo cualquier cosa. Hace un par de años que trato de respetarme a mí misma y decir: “Subí un poquito más y yo bajo un poquito más”. Como poder mediar, pero eso se tiene que dar desde la confrontación y no está bueno.
“El arte es la forma de decir “bueno, esto es lo que soy yo”, trasciende solamente la voz y la técnica, hay un montón de otras cosas que una saca y comparte cuando está cantando”.
N. Beltrán: A mí lo que me pasa con la voz tiene que ver con el sistema capitalista en el que vivimos y el lugar que tiene el arte. Nosotras estamos tratando de desarmar eso para poder practicarlo. La concepción es que, si vos estás es un escenario, tenés que cantar perfecto, tocar perfecto. El arte es la forma de decir “bueno, esto es lo que soy yo”, trasciende solamente la voz y la técnica, hay un montón de otras cosas que una saca y comparte cuando está cantando.
A. Argüello: A mí me ha costado mucho deconstruirme, porque soy muy autoexigente. Pero entendí que no podía serlo, porque en vez de disfrutarlo en el escenario lo pasaba mal, los nervios antes y la frustración después. Entendí que si erré la gente verá que soy una persona, no somos robots. Estoy improvisando, no lo tengo pensado con anterioridad, esa es la impronta, improvisar y no todo sale perfecto.
Hace unos días en la propuesta Verso a bertso de La Sinsoga salió también el tema de la voz. En un momento, Caro, Aroa Arrizubieta comparó su voz a la tuya y dijo que tú cantas mejor. Le respondiste: “Esta noche en esta pista nos igualamos la voz”. Me gustó mucho ese momento.
C. López: Fue muy emocionante cantar con Aroa. La conocí a través de la profesora Gema Lasarte. Aroa vino a estudiar a Santiago y Gema me mandó el libro Reverso a través de ella. Vino a mi casa a improvisar con nuevas payadoras, mujeres y disidencias, y para nosotras fue superinteresante alguien que improvisa en otra lengua, nos pusimos a jugar, ella se aprendió nuestras entonaciones y nosotras sus melodías. Gestamos un encuentro, improvisamos juntas con otras compañeras. Yo siempre digo que no hay que estudiar canto para cantar, hay que cantar. El canto es, en todos los pueblos del mundo, desde siempre, una de las formas de expresión más sanadoras. En Argentina y Uruguay se largan con la milonga y todos improvisan en el mismo tono. Nosotras, en el canto a lo poeta [antigua tradición musical y literaria en la zona central de Chile, enmarcada dentro de la poesía popular. Su forma poética es la décima espinela] y en la paya, yo canto con mi melodía, paro y sigue la otra persona. Cada una canta como se sienta cómoda. La rueda cuequera es mixta, pero cuando cantan los hombres cantan solo ellos y cuando cantamos las mujeres cantamos solo las mujeres. Por eso nos corrimos de esa rueda, porque no nos dejaban cantar nunca. Entonces hicimos una rueda solo de mujeres y disidencias.
En una entrevista, Araceli, me llamó la atención la vivencia que contabas: cómo una vez un improvisador te dijo que tenías buena voz, pero que no serías nunca una payadora. Y aquí estás.
A. Argüello: Empecé cantando milonga, estaba en un proceso de improvisar, pero todavía no era payadora. Una vez un payador misógino le dijo a mi papá “si, canta lindo tu hija, pero nunca va a ser payadora”. Con los años lo encontré y me invitó a hacer una payada y en el escenario le reclamé. Fue un contrapunto con muchos trapitos al sol para sacar.
¿Las competiciones ocupan un lugar importante?
C. López: Hay premios en dinero y el privilegio de ser la mejor. En general, las mujeres payadoras no participamos masivamente y si vamos, nos ponemos de acuerdo para ir todas, porque es una competencia bien patriarcal que a varias no nos hace mucho sentido. Creo que la competencia es una cuestión muy de las formas que nos enseñan a relacionarnos en este sistema que son relaciones de poder, y eso genera jerarquías. Cuando empezamos a sacar esas jerarquías empiezan a haber relaciones más horizontales, más equitativas, más amorosas, más comunitarias. En los espacios solo de mujeres y disidencias creo que hay más colaboración.
A. Argüello: Económicamente pasa que en Chile se paga a las personas improvisadoras de manera igual. Quien recién empieza cobra menos que el que hace mucho que está. En cambio, en Argentina no. No hay nada que lo regule, entonces se presta muchas veces al regateo y es peligroso.
“Como las bertsolaris, pensamos el final antes, lo primero que pensamos es lo último que vamos a decir, tiene una fuerza mucho más avasalladora o resolutiva el final”.
Y a la hora de improvisar, ¿seguís algún método concreto? ¿Cómo se van tejiendo esos versos?
A. Argüello: Algunos van teniendo pensamientos ya ordenados antes de ir a cantar, teniendo en cuenta el contexto, alguna fecha a considerar. A mí no se me da por pensar mucho antes de ir a cantar, también tiene que ver con la inspiración o lo que me surge en el momento. Si lo pienso es más propenso que me olvide. Como las bertsolaris, pensamos el final antes, lo primero que pensamos es lo último que vamos a decir, tiene una fuerza mucho más avasalladora o resolutiva el final.
C. López: En Chile no hay una metodología específica. Se aprende desde el boca a boca y hoy en día en talleres. Hay algunos cuadernos pedagógicos sobre el canto a lo poeta, hay una escuela de la décima, pero se mezcla mucho con lo escrito. Es super importante entender que la improvisación es algo totalmente diferente a la escritura, cuando estás arriba del escenario improvisando no escribes y, si te acostumbras a escribirlo, estás haciendo otra cosa. Nos juntamos y cantamos, improvisamos una vez por semana.
Y el humor, ¿qué lugar ocupa en vuestros versos?
A. Argüello: Es un área bastante difícil. En el caso de los bertsolaris u otros improvisadores, donde se personifica o te ponen una situación, la persona tiene que personificarse y desestructurar. La que hace que el discurso no es tanto una persona con nombre y apellido, sino a lo que representa te das un poco más de libertad. En el caso de Argentina, ese canto con humor o esos versos jocosos se dan persona con persona. Estamos en un ambiente donde el humor es patriarcal, el galanteo, el macho alfa que te avasalla y quiere conquistar a la mujer. Va todo por ese lado y no nos resulta gracioso y se convierte en violento y las contestaciones de las mujeres tienen un carácter más defensivo. Para un público no deconstruido se torna jocoso y divertido, pero para un público deconstruido no lo es, poco a poco se va notando eso cada vez más.
N. Beltrán: En el canto surero hay un humor que es muy de la tradición, muy picaresco del interior de Argentina, que se ve en las coplas o en los refranes. Voy aprendiendo a hacer ese humor, pero refiriéndome a las temáticas que me atraviesan. El repertorio de la llanura pampeana es un repertorio en general muy profundo que va hacia la introspección o las cuestiones sociales. Que aparezca la risa, esa liviandad, ese chiste, es muy importante. Reírnos incluso de las cosas que nos pasan es una forma de encarar la vida que nos hace muy bien, nos ayuda.
C. López: En Chile se da bastante entre nosotras, en contextos más privados. Nos ponemos a improvisar y salen cosas muy chistosas, pero que no diríamos en un escenario o delante de otros hombres. Aparece el humor desde un lugar no violento. Burlarse de quien tiene supuestamente más debilidad no tiene ningún sentido para nosotras. Yo me río de lo que me pasó, de mí misma, no me río de los demás.
Nayla, en tu trabajo Décimas feminas: versos criollos en clave feminista (2021) tienes una canción que se llama ’Dictadura’. Caro, tú hiciste una décima que se llama ‘Septiembre’ y hace referencia a ese 11 de septiembre de 1973. ¿Qué os aporta el canto y la payada para hacer memoria?
N. Beltrán: Para mí el tema de la memoria es quizás de las cosas más importantes de este canto. Al ser tradiciones que nacen de los pueblos tienen la historia de los pueblos; la historia grande está escrita por las élites. Para mí hay un revisionismo histórico que se da a partir de la manifestación de este canto. Hoy en Argentina tenemos un presidente que para mí era imposible que ganara si se conoce más o menos nuestra historia. Además de otros muchos análisis que se pueden hacer, hay un desconocimiento grande de esa historia chica, del sufrimiento del pueblo. Estas tradiciones son el lugar de resistencia e insurgencia porque cuentan la otra historia.
“Como payadoras somos un agente social que tenemos que despertar y tratar de despertar a los demás, ese compromiso político, ese compromiso social, tiene que estar y cada vez trabajarlo más”.
A. Argüello: La tradición oral se refiere mucho al pasado, lo mira con un poco de nostalgia, del recuerdo, no olvidar de donde venimos, quienes pasaron, qué hicieron. Yo trato de mediar un poco entre la remembranza y lo que está pasando ahora. Creo que como payadoras somos un agente social que tenemos que despertar y tratar de despertar a los demás, ese compromiso político, ese compromiso social, tiene que estar y cada vez trabajarlo más. Al igual que la memoria de los pueblos originarios, de las personas de la comunidad LGTBIQA+. Siempre estamos del lado de las clases sociales o de los grupos sociales vulnerados, marginados, desplazados.
C. López: En estos momentos en Chile está siendo muy importante el tema de la memoria. Hay dos procesos muy potentes políticos en Chile: uno es la dictadura. Todavía hay una herida fuerte en Chile que ya tiene 50 años. No hay justicia real, hay un pacto de silencio grande que siempre estamos recordando. También las luchas de reivindicación territorial del Pueblo Nación Mapuche, que es un pueblo ancestral, un pueblo vivo de donde descendemos gran parte de quienes habitamos Chile, en la zona centro sur. Muchos dirigentes mapuches han aparecido muertos estos últimos años queriendo hacer parecer suicidios, pero se sabe que son asesinatos, activistas mapuches y activistas también ecologistas por defender la tierra de las forestales, de las salmoneras, de las hidroeléctricas. Los medios de comunicación los muestran como terroristas a los activistas, hay una manipulación grande de la derecha. Desde el verso estamos activando hacia esas reivindicaciones, siempre lo nombramos.
“Es importante reflexionar juntas y compartir entre diferentes tradiciones para lograr decolonizarlas”.
En el manifiesto decimista que habéis escrito para el proyecto de Cantoras del Cono Sur decís: “Un porvenir de conciencias / no dualistas, no binarias / y revoluciones diarias / de luchas y resistencias….. Aún de lejanos lugares / nos une la tradición / el verso, la convicción / la música y la utopía / de llegar con poesía / hasta el último rincón”. ¿Hasta dónde os gustaría llegar con la poesía, cuáles son esas revoluciones diarias, esas luchas o resistencias?
C. López: Me gustaría seguir cantando y seguir compartiendo la poesía improvisada y que la tradición pueda desjerarquizar y ser horizontal. Que las nuevas generaciones y las antiguas se vayan mezclando y aprendiendo de manera recíproca, que podamos formar escuelas en la oralidad y lo escrito. Que podamos escribir más libros y textos donde la historia tenga otras versiones e incluya a las mujeres improvisadoras de todos los tiempos. Es importante reflexionar juntas y compartir entre diferentes tradiciones para lograr decolonizarlas.
N. Beltrán: Yo te tiro esta décima:
‘Mi feminismo es acción
tejida con el presente,
por momentos insolente
urgiendo transformación.
Va con determinación,
con arraigo en la hermandad,
no es dueño de una verdad
ni de único proceder
pero es dueño de creer
en cambiar la humanidad’.
A. Argüello:
‘Somos lo que construímos
todo aquello que anhelamos
lo que dejan y dejamos
lo que nos dan, lo que dimos.
Con amor retribuimos
con versos, voz y garganta
y el dicho mas se agiganta
retumbando el epicentro
“Que el que nada tiene adentro
no se paˋ que diablos canta”’ .