“La opresión matrimonial ha estado presente en todas nuestras antepasadas y en nosotras”
La investigadora, escritora y profesora Purificació Mascarell (Xàtiva, 1985) traza en su nuevo ensayo, 'Como anillo al cuello', un recorrido por las diferentes voces literarias de mujeres que han denunciado la opresión matrimonial en sus obras.
Purificació Mascarell./ Foto cedida
A lo largo de los siglos, las mujeres han visto en el amor romántico heterosexual que deviene en matrimonio una promesa de felicidad. La figura de la madresposa era presentada como deseable y, por encima de todo, como el destino inevitable de cualquier mujer. Sin embargo, si rastreamos las obras literarias de numerosas autoras y teóricas feministas, podemos advertir cómo esta supuesta felicidad acabó resultando en una vida llena de opresión para millones de mujeres en diferentes contextos. La filósofa anarquista Emma Goldman ya advirtió en el año 1910 de los peligros de creer que amor y matrimonio eran una misma cosa, y ahora la investigadora, escritora y profesora. Purificació Mascarell recoge en su último ensayo, Como anillo al cuello. La opresión matrimonial en la literatura femenina, el legado de otras mujeres que, como Goldman, se atrevieron a criticar la poderosa y patriarcal institución matrimonial.
Una de las riquezas del ensayo es la cantidad de voces de mujeres silenciadas e invisibilizadas que recuperas. ¿Cómo surge la intención de reunirlas a todas?
Debido a mi formación académica, estuve prácticamente hasta los 30 años rodeada de voces masculinas, aquellas que configuran el canon literario tradicional. Sin embargo, llegó un momento en el que me di cuenta de que se me habían escamoteado, ocultado y borrado todas las voces femeninas de ese canon. Esto ocurrió con la publicación en 2016 de Oculto sendero, la novela autobiográfica inédita de Elena Fortún. Yo de pequeña leía las historias de Celia (por las que se hizo famosa la autora), quería ser como ella, pero hasta que no fui adulta no me pregunté quién era Elena Fortún. Con la publicación de esta novela, donde ella deja ver su lesbianismo y su difícil matrimonio con Eusebio de Gorbea, descubro una dimensión de una autora que de pequeña me había marcado muchísimo, que luego durante la juventud había abandonado, y que ya recupero como adulta desde una mirada de mujer y de escritora. Este libro sirvió de disparadero para empezar a ver las conexiones entre autoras de diferentes lenguas, diferentes culturas, tradiciones y épocas, de un gran valor estético y de una potencia literaria muy grande que habían quedado relegadas del canon, pero que todas tenían en común el haber denunciado desde sus escritos literarios las condiciones de opresión del matrimonio.
“Carmen de Burgos denunció en La malcasada que el matrimonio puede ser una tortura para las mujeres y que la sociedad no siempre va a ampararte, por mucho que todos los vecinos o la familia sepan que estás siendo maltratada”
A pesar de tratarse de mujeres de diferentes culturas, contextos y momentos temporales, en el ensayo consigues conectarlas con acontecimientos de tu propia vida.
Sí, yo tenía claro que quería escribir un ensayo donde recuperase a todas esas mujeres ocultas, pero al mismo tiempo, me interesaba mucho conectarlo también con nuestra experiencia, con la tuya, con la mía, con la de nuestras amigas, con la de las mujeres de hoy, porque de alguna manera veía que si todas nosotras rascamos en nuestro árbol genealógico, si investigamos un poquito, nos damos cuenta de que esa opresión matrimonial heterosexual ha estado en nuestras antepasadas o en nosotras mismas. En el ensayo yo cuento cómo desde muy joven sabía que quería vivir una historia de amor. En mi caso, este deseo nunca estuvo especialmente ligado a la idea de matrimonio, pero de alguna manera está ahí detrás y ha condicionado nuestra forma de estar en el mundo como mujeres desde pequeñas, porque es algo que siempre te meten en la cabeza: la idea de la boda, la idea de la felicidad de ese día, etcétera. Por eso quería que cada capítulo iniciara con una experiencia propia mía o de una antepasada, para que viéramos que hay una conexión entre la literatura y la vida. Eso me parece fundamental.
A lo largo del ensayo, vas desgranando a través de diferentes obras literarias cómo operan las violencias que hay alrededor del matrimonio como institución, ya sea la presión social que viven las mujeres por casarse, el desconocimiento sobre el deseo sexual con el que muchas llegaban al matrimonio, el maltrato físico, psicológico, etcétera. Y, sin embargo, es curioso cómo, a pesar de tener todas estas “pistas” que nos han dejado las mujeres en la literatura, el matrimonio sigue muy presente nuestras vidas. ¿Crees que si leyéramos más a estas autoras cambiaría nuestra perspectiva respecto al matrimonio?
Sí, sí, sin duda. Ellas dieron la voz de alarma antes de que lo hicieran los medios de comunicación, la sociedad, el mundo de la jurisprudencia y las leyes. Mientras trabajaba en el ensayo me daba cuenta de que la literatura había servido para denunciar la violencia machista mucho antes de que tú pudieras ir al juzgado a denunciarla, de que existieran leyes de protección de la mujer, de que hubiera una conciencia social de que esto no está bien y no se ha de hacer. Es decir, estaban anticipándose a muchas de las cosas que ahora mismo, afortunadamente, estamos consiguiendo desde la lucha feminista, entre ellas la denuncia de la violencia machista dentro del matrimonio. Por ejemplo, La malcasada de Carmen de Burgos es un alegato absoluto a principios del siglo XX. Ahora sabemos que el matrimonio puede ser una tortura y el horror más absoluto para las mujeres, y que la sociedad no siempre va a ampararte, por mucho que todos los vecinos o la familia sepan que estás siendo maltratada. Ahora tenemos conciencia sobre esto, pero que Carmen de Burgos lo denuncie en una novela mucho antes de que los juzgados, la sociedad y los propios entes sociales lo hayan aceptado da muestra de cómo la literatura es el primer espacio donde se elabora una crítica. Y por eso es necesario recuperar y leer estas historias, porque la literatura nos ayuda a desalienarnos, a tomar conciencia y a despertar ante situaciones que teníamos totalmente normalizadas. La literatura tiene esa capacidad de exorcizar y de sacar a la luz traumas tanto individuales como colectivos.
Además del matrimonio como institución, también hablas en el ensayo de que el concepto de familia nuclear que hemos heredado es opresivo, y que funciona bajo las mismas lógicas de un Estado.
Sí, es esta idea de que la familia está por encima de la mujer, que aparece en el siglo XIX con “el ángel del hogar”. Se entiende que una mujer está consagrada únicamente a cuidar de los niños, de los ancianos y del marido. Servir, sufrir, sostener, alimentar, proteger, sanar cuando estén enfermos, limpiar y, sobre todo, callar, vivir para los otros. Es un modelo patriarcal donde la mujer está casi convertida en una especie de vasalla, de criada del sistema. Esto se puede observar en novelas como El devorador de calabazas de Penelope Mortimer o Arenas movedizas, de Nella Larsen, donde aparece esta idea de mujer que está ligada por completo a su familia en el rol de madre y esposa. En muchos de estos casos la salud mental acaba siendo lastrada por esa condición de existir solo para los demás. Ese “ángel del hogar” transformado ya en la madresposa del siglo XX es como un pequeño asesinato, porque también es violencia que te sometan a ese rol tan encorsetado y que no te permitan ser quien eres.
Tendría sentido, por lo tanto, que la abolición del matrimonio vaya de la mano de la abolición de la familia nuclear…
Es complicado, pero creo que vamos en ese camino. Si te das cuenta cada vez son más las mujeres que optan por ser madres solteras o por tener familias compuestas por una organización distinta. Creo que estamos encontrando nuestras estrategias para generar otro tipo de lazos. Somos seres sociales y necesitamos cuidarnos unos a otros, eso es así, pero esa estructura nuclear del marido en el centro y los satélites de los niños y de la mujer va a ir perdiendo todo su sentido. A medida que pasan los años, cada vez es más evidente que en Occidente hay menos mujeres interesadas en eso. Hace poco salía una noticia que me impactó muchísimo, sobre cómo cada vez hay más mujeres heterosexuales formadas con cultura feminista a las que les cuesta encontrar un hombre con el que tener hijos y conformar una especie de núcleo, de estar a gusto todos, porque los hombres no están por la labor de compartir y de cooperar. Esto va a derivar, por ejemplo, en que cada vez más mujeres —dentro del marco de la heterosexualidad— que realmente deseen ser madres — y se lo puedan permitir económicamente— vayan a gestionar esa posibilidad de la maternidad ellas solas, con su núcleo de amigas, su núcleo de familiares, etcétera. Creo que vamos a ir hacia esa dirección.
“Para las lesbianas y bisexuales la literatura ha sido una forma de escapar de la opresión social. Ellas nos muestran la posibilidad de otras historias de amor que van más allá del matrimonio heterosexual”
Estas posibilidades fuera del marco del matrimonio y de la familia nuclear también nos llevan a ir más allá del propio contrato heterosexual. En el ensayo hablas sobre el lesbianismo de Elena Fortún, ¿pero has tenido ocasión de analizar cómo se representan en la literatura los matrimonios igualitarios?
En el ensayo yo me centro en el matrimonio heterosexual porque es el que muestra esa dimensión del poder y del sometimiento del hombre hacia la mujer, y lo que me apetecía era cuestionar y criticar este sometimiento, ya que en las relaciones igualitarias las dinámicas eran completamente distintas. Por ejemplo, esto lo encontramos en los “matrimonios bostonianos”, que no eran reales pero que sí funcionaban de facto. Eran parejas de mujeres que vivían juntas, que se amaban, que muchas veces eran leídas como amigas, pero que compartían un vínculo sentimental (todavía hay investigadoras cuestionando si también era sexual). Esto lleva funcionando desde el siglo XVIII. Hay muchísimas autoras, escritoras, pintoras y artistas del siglo XIX que vivían así, pero el hecho de que nos haya llegado la idea de que eran dos amigas solteras muestra la terrible discreción a la que han tenido que estar sometidas las mujeres sáficas durante décadas y décadas. Hay un libro muy bonito publicado por la editorial Dos Bigotes, Amigas. Relatos de amor entre mujeres, del siglo XVIII al XX, que recoge muchos relatos de estas autoras. Son historias de amor entre mujeres, pero que en muchas ocasiones no se han formulado de una manera directa. Con ellas siempre has tenido que leer entre líneas. Hasta ese punto de ocultación han tenido que vivir siempre las historias de esos “matrimonios”, que jurídicamente no tenían validez, pero que realmente eran relaciones de amor.
Entonces, hay una conexión entre safismo y escritura…
Absolutamente. Para las mujeres lesbianas y bisexuales ha sido una forma de escapar de la opresión social. Ellas nos muestran la posibilidad de otras historias de amor que van más allá del matrimonio heterosexual.
Ya solo falta que las personas conozcan todas estas voces de mujeres que existen fuera del canon literario.
Sí, y para ello, lo primero que hay que tener en cuenta es que el canon literario no solo está conformado por razones estéticas, sino que siempre hay detrás razones ideológicas que han hecho que las cosas sean de determinada forma. Ahora hay que trasladar esto a nuestras formas de enseñanza. Hay miles de fórmulas didácticas y pedagógicas para poder incluir lo que no se ha incluido o lo que, digamos, quedaba fuera “por falta de tiempo”. Si tú te quedas únicamente en lo que los manuales académicos o lo que la tradición filológica te ha ido marcando, es posible que estés cómodo — desde tu privilegio— en ese espacio, porque lo contrario implica cuestionarte y revisar tu mirada. Pero creo que hay una nueva forma de enfocar la docencia universitaria, especialmente por parte de profesorado joven, que están ampliando su mirada en cuestiones de género, raza, clase… y es algo que además está interesando al alumnado, porque de alguna forma lo ven mucho más vinculado a sus vidas y a sus intereses. Y acaba ocurriendo lo mismo que decía al principio: lo esencial es que la literatura y la vida siempre van de la mano.