“Las leyes deberían proteger a las personas intersex que no se identifican con esa etiqueta”

“Las leyes deberían proteger a las personas intersex que no se identifican con esa etiqueta”

El activismo intersex ha conseguido romper con el tabú, pero hay grupos de pacientes que rechazan el marco de despatologización y podrían quedar desamparados. Hablamos con Camino Baró, Nuria Gregori y Dau García Dauder sobre ese nudo, sobre las críticas a la Ley Trans y LGTBI+ y los retos para establecer alianzas con otros colectivos.

De izquierda a derecha, Baró, Gregori y Dauder, en la librería Berkana./ Cedida

04/12/2024

Cuando Camino Baró pudo superar el estigma y dijo orgullosamente “yo soy intersex”, acudió a una librería especializada en literatura LGTBIAQ+ para encontrar libros en los que verse reflejada. Era 2018 y, para su sorpresa, la letra I no estaba presente. Seis años más tarde, el activismo intersex está en pleno apogeo. Sin embargo, varios problemas podrían hacer que el avance legislativo en sus derechos, que ha sido uno de los focos de las reivindicaciones de los últimos años, quede sobre papel mojado.

Un punto de inflexión en la historia de las intersexualidades llegó en 2006. En Chicago, una reunión de especialistas desterró el concepto “intersexual” de la terminología médica y lo sustituyó por disorders of sex development [trastornos del desarrollo sexual]. Con esas siglas, DSD, se ha construido también una versión menos patologizante: desarrollo sexual diferente.

Quienes resignificaron el término intersex han luchado por una politización de sus cuerpos, pero quienes hablan de ‘desarrollo sexual diferente’ se alejan de esa corriente y se siguen identificando con esas siglas o con su condición concreta

En ese momento se produjo un cisma. Varios grupos de pacientes reivindicaron como identidad política la palabra intersex y se alejaron de unas siglas que hablan de trastorno. Otros acogieron el nuevo término por considerar que las intersexualidades “remiten a la sexualidad y a estar en un limbo”, explica Nuria Gregori, enfermera y antropóloga aliada activista intersex desde hace más de 20 años.

Según esta experta, la “polarización” entre ambas posturas es ahora mayor que nunca. Quienes resignificaron el término intersex han luchado por una politización de sus cuerpos, pero quienes hablan de DSD se alejan de esa corriente y se siguen identificando con esas siglas o con su condición concreta: en vez de “soy intersex”, dirían “tengo hiperplasia suprarrenal congénita”, por ejemplo.

El problema es que casi todo el cuerpo legislativo que busca defender los derechos de quienes no encajan en el binarismo sexual habla de “personas intersex”. “No puedes proteger a un colectivo de personas a los que médicamente no les ampara esa etiqueta y que ni ellas mismas ni sus colectivos se identifican así. No podemos dejar a nadie atrás”, asegura Gregori, autora de Intersexualidades. Emergencias y debates en torno a personas con características sexuales diversas (Catarata, 2024).

La investigadora presentó el libro en la librería Berkana de Madrid, acompañada por Baró y Dau García Dauder, investigador especializado en las violencias que produce el dualismo sexual.

Las leyes

Hace casi dos años, la ley 4/2023, más conocida como Ley Trans y LGTBI+, se convirtió en la primera norma de rango estatal en prohibir las cirugías a menores intersex y establecer una serie de derechos básicos para esta demográfica. A pesar de cumplir en apariencia las reivindicaciones primarias del activismo intersex, la activista Camino Baró valora este texto legislativo como “poco satisfactorio”: “Es una falsa protección. La inclusión de las personas intersex es más tokenización que interés por proteger nuestros derechos de una manera documentada y situada”, explica la especialista.

Gregori defiende que hay que modificar las leyes que hablan de intersexualidades para listar todas las condiciones médicas que entran en esa categoría

Concuerda con ella Gregori: no basta con nombrar a un colectivo para ampararlo de las violencias que sufre. Esta investigadora recalca que “la de intersex es una categoría con la que ha habido diferentes procesos de identificación y desidentificación”. Es decir, que no todas las personas que entren dentro de una definición de intersex se reconocen como tales. Por ello, la aliada defiende que hay que modificar las leyes que hablan de intersexualidades para listar todas las condiciones médicas —todos los desarrollos sexuales diferentes— que entran en esa categoría. “Esto no es medicalizar, es asegurarse de que quienes no se identifican con el término [intersex] van a estar protegidas”, asegura.

El trabajo pendiente no lo tienen solo los parlamentos, sino también los equipos médicos. Para que la protección a las personas menores de edad intersex no quede en papel mojado, debe haber cambios en la forma de hacer los acompañamientos con las familias. Lo explica Gregori: “Una profesional de un centro médico de referencia me dijo que tenían situaciones de que venían familias pidieron operar a sus bebés [intersex] y, cuando les decían que eso era ilegal, amenazaban con acudir a otro hospital. El mundo es muy binario, y para que una familia aprenda que la personita que acaba de nacer con un cuerpo que no es típicamente masculino o femenino es una persona viable o celebrable, tiene que haber un acompañamiento más allá del ámbito sanitario”.

Alianzas

La historia de las intersexualidades ha estado anclada en el tabú. Los manuales médicos recomendaban el secretismo más absoluto; si la propia persona intersex desconocía su condición, tanto que mejor, decían. Su justificación era que, dado el dualismo sexual imperante en la sociedad —que por supuesto este personal médico no criticaba—, una persona que escapara de esa lógica no podría llevar a cabo una vida como la del resto.

Baró: “Nos cuesta mucho que otras letras de las siglas y los feminismos se solidaricen con nuestra causa y nos ayuden a visibilizar y reivindicar”.

En 2018 hay una ruptura del tabú por parte de muchas personas intersex que salen del armario en ese momento. Camino Baró, que fue una de ellas, explica que el periodo entre ese año y la actualidad se denomina dentro de su colectivo como “la primavera intersex” por “todo lo que ha florecido y lo que ha cambiado nuestra situación de secretismo”. Aun así, la activista reconoce que queda mucho trabajo por hacer, y parte de ese esfuerzo debe darse en colectivos que en principio serían afines: “Nos cuesta mucho que otras letras de las siglas [LGTBIQA+] y los feminismos se solidaricen con nuestra causa y nos ayuden a visibilizar y reivindicar”.

Para Dau García Dauder, investigador y activista trans e intersex —“aunque no viva [lo intersex] en primera persona”, matiza—, las letras T e I del colectivo tienen experiencias comunes de violencias y “de resistencias muy bonitas en el plano del deseo”. Tanto es así que Baró afirma que ambos colectivos están “hermanados”, aunque esto no quita que, en algunas ocasiones, el activismo trans ha eclipsado al intersex, dice la activista.

Concuerda con ella García Dauder: “Los activismos trans e intersex tienen ritmos diferentes de ruptura del silencio, visibilización, etcétera y, si se mezclan, es probable que lo trans se coma a lo intersex”. Por ello, este profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid opina que, aunque ambos movimientos puedan aprender mucho entre sí, el trans debe adoptar un segundo plano cuando se dé de forma conjunta con el intersex.

Tanto Baró como García Dauder entienden que, en algunos casos, los movimientos trans se han apropiado de luchas intersex. “Con la oleada de odio hacia Imane Khelif este verano se hablaba solo desde la perspectiva trans cuando la no adecuación a las normas corporales también nos apela al colectivo intersex”, dice la primera.

“A veces, la reivindicación del registro cultural intersex la hemos vivido como una negociación por parte del colectivo trans, como si nuestra reclamación de referentes les restara visibilidad”, cuenta Baró. “Nuestras presencias no son excluyentes”, dice la activista en referencia a ejemplos como la protagonista (posiblemente) trans e intersex de la película Mi querida señorita y recalca que, a pesar de los conflictos ocasionales, las personas trans son quienes se hacen más eco de las intersexualidades.

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