Girls just want to have fun

Girls just want to have fun

Libres, dichosas, juntas, revueltas, mamarrachas, putonescas, promiscuas, lanzadas, estrelladas, estrepitosas, aventureras, desventuradas, inmundas, eufóricas.

Texto: Itziar Ziga
04/12/2024

Hablo con una amante mía que vive en Brasil, tiene hija e hije adolescentes, dos preciosidades. Más allá de sus desgéneros sentidos, en la calle son leídas como chicas. Y claro que da miedo, porque sabemos lo peligroso que sigue siendo este mundo para las chicas. Mi amiga me dice que siente como si se hubiera tragado a su abuela, por los pensamientos puritanos que le asaltan a veces: nos reímos. Aunque trata de no trasmitir zozobra a sus cachorras, obvio. Y repetimos las certeras palabras de la poetisa AJO, como un mantra despatriarcalizador y aterciopelado: NO HAY SUFICIENTE PELIGRO PARA TANTO MIEDO COMO TENEMOS.

Una vez escuché decir al padre de Marta del Castillo que en casa decidieron no condicionar la libertad de las otras dos hijas tras el terrible feminicidio que acabó con la mayor. Marta, esa preciosa rubia sevillana que nunca dejaremos de extrañar, tenía dos hermanas menores cuando fue desaparecida con 17 años. Y sus progenitores no las sobreprotegieron en medio de semejante horror y dolor, inimaginable para quienes no lo hemos sufrido. Me importa un bledo la filiciación política del padre de Marta del Castillo, o en realidad, sí me importa. Que un señor de derechas, de la derecha que sea, se niegue a enclaustrar a dos niñas por el terror sexual que expanden los feminicidios más mediáticos, y en su caso, el de su propia hija, me da esperanza. Es como si ese hombre, el padre de Marta del Castillo, hubiera aplicado a su propia familia las enseñanzas de Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual mucho antes de que Nerea Barjola publicara semejante joya libertadora.

Los llamemos hombres o cisheteros, no acepto que no tengan arreglo. Igual que, como dijo esa fantasía de alcaldesa que tenía Barcelona llamada Ada Colau, no acepto que España no tenga arreglo. Comprender feministamente que las identidades son construidas, por tanto transformables, nos sacó de la trampa esencialista. No pueden ser todas las identidades menos una construidas, por tanto, transformables. Primero, porque entonces, estamos aviadas: hermanas, el patriarcado es invencible. ¡Ja! Pero sobre todo, porque sería anidar cierto terraplanismo dentro de nosotras. Qué son los cisheteros, así, como si fueran un bloque ¿dioses, o demonios inmutables?

Diciembre, 1995. Tres amigas madrugamos para bajar a dedo desde Bilbao hasta Granada, vamos a un congreso de la CNT. Rondamos los 20 años. Anochecía ya en Valdepeñas cuando asalté a un hombre que repostaba en la gasolinera. Me dijo que sí, que nos llevaba hasta donde pudiera. Él regresaba a casa, a Jaén. Como siempre, me puse yo de copilota, por mi legendario parlanchinismo. No quería dejarnos en cualquier área de servicio, llamó a su mujer desde una cabina para avisarle de que llegaría un poquito más tarde. Entonces, como en el paleolítico, ¡no había móviles! Ella le dijo que nos acercase hasta Granada si hacía falta.

La aventura, la fiesta y el sexo de las chicas parecen pendular siempre entre el placer y el peligro, en este siempre patriarcal que un día dejará de ser siempre

Recuerdo la delicadeza con la que soltó esto: no quiero ponerme paternalista, pero que hagáis dedo con las cosas que han pasado… No hizo falta ni nombrarlas. En aquel coche y en cualquier conversación aquellos años, no hacía falta ni nombrar a “las niñas de Alcàsser” para que todos los monstruos del inframundo asfixiaran la posibilidad de existir de cualquier chavala. Habían pasado tres años desde el espantoso desenlace, un instante para el patriarcado. Yo le contesté: en realidad eres tú el que has metido a tres absolutas desconocidas en tu coche. Se rio: es verdad, es verdad. Nos dejó en una gasolinera, a un último tramo de Granada. Llegamos para la cena, no sin antes despedirnos afectuosamente de aquel hombre encantador, y de mandarle besos a su mujer. Aquellas vacaciones invernales entre anarquistas y flamencos fueron legendarias.

La aventura, la fiesta y el sexo de las chicas parecen pendular siempre entre el placer y el peligro, en este siempre patriarcal que un día dejará de ser siempre. Por algo el videoclip de Cindy Lauper Girls just want to have fun, lanzado hace 39 años y colgado en YouTube hace 15, ya ha rebasado los 1.000 millones de visionados, solo otras cuatro canciones de los años 80 han alcanzado semejante cifra. “Mucha gente no se da cuenta de que Girls just want to have fun es una canción política. Cuando puse mis feministas manos sobre ella supe que quería convertirla en un himno para todas las mujeres”. Porque el temazo, no es de Cindy Lauper, ella lo reescribió. En la canción original, un tío se excusa con sus padres por su pendonerío diciéndoles que las chicas solo quieren divertirse con él, que son unas busconas, vaya. La excusa de siempre. Y Cindy Lauper le dio la vuelta. Claro que las chicas solo queremos divertirnos: libres, dichosas, juntas, revueltas, abiertas al mundo y a nuestra propia vulnerabilidad, embriagadas de lo que nos dé la gana, mamarrachas, putonescas, promiscuas, lanzadas, estrelladas, estrepitosas, aventureras, desventuradas, inmundas, eufóricas… mientras tumbamos al patriarcado.

 

Este artículo fue publicado en el número 10 de #PikaraEnPapel, que puedes comprar en nuestra tienda online, ahora con descuento.
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