‘España, ¿racista?’, un ensayo de resistencia contra el relato único

‘España, ¿racista?’, un ensayo de resistencia contra el relato único

El libro de Safia El Aaddam apunta las claves para comprender y erradicar los tentáculos del racismo sistémico como resultado de un pasado colonial y de un presente que necesita ser deconstruido.

Portada del libro 'España ¿racista?'.

22/01/2025

Hay lecturas a las que debes llegar con ánimo de desarme, de escucha, iluminando como un faro los sentidos clave para la deconstrucción, como la empatía y la comprensión. El ensayo de Safia El Aaddam España ¿racista? Una historia muy actual sobre las raíces del odio y nuestro pasado colonial (Ediciones B) es una de ellas. Su contenido, un ejercicio de pedagogía antirracista, invita a la reflexión y exige cierta capacidad de autocrítica: si te molesta más que te señalen lo racista que comprender el racismo en sí, este ensayo es para ti. La deconstrucción es un camino difícil que puede resultar incómodo pero, como El Aaddam sostiene, señalar el racismo no es un insulto, ni siquiera un ataque personal. Reconocerlo puede ser, sin embargo, “una oportunidad para entender cómo funciona el sistema y cómo podemos empezar a desmantelarlo”. Safia El Aaddam es comunicadora, activista, filóloga especializada en árabe y hebreo y experta en racismo, infancias migrantes y temas migratorios. En 2022 publicó su primera novela: Hija de inmigrantes, nombre con el que es conocida en redes sociales.

El libro de El Aaddam es una luz que guía para salir de las tinieblas de la desigualdad que perpetúa el racismo sistémico. La autora nos sumerge sin rodeos en el argumento. A modo de nota autoral introduce la clave de todo: el racismo es un acto de poder. No solo está normalizado, también estructurado y sostenido por formas de discriminación y violencia sistémica, institucional, que condicionan la vida de las personas racializadas y migrantes hasta vertebrar su identidad por completo. La autora aborda el racismo en sus diferentes vertientes, desde la necropolítica de la frontera al racismo cotidiano o el racismo institucional que vulnera derechos básicos y universales, como la garantía de una vivienda, de un empleo, recibir una atención médica adecuada (para la salud física y mental) y una educación comprometida con la diversidad. Y lo hace con un estilo claro y directo, con una lectura accesible y un tono que oscila entre lo anecdótico y lo combativo para ilustrar la discriminación desde la propia experiencia y para narrar la cruda realidad de las vidas marginalizadas.

Desenterrar el pasado

La primera parte del libro alude a las raíces coloniales para hablar sobre “el origen del odio arraigado”. La autora aborda, entre otras cuestiones, el borrado histórico de la cultura del pueblo amazigh (al que pertenece) y también de la cultura árabe que durante siglos habitó la península ibérica y las Islas Canarias. Orienta este borrado como base del racismo (concretamente el racismo antimoro y la islamofobia) que se ha perpetuado en el contexto español. El racismo actual no aparece de la nada, explica El Aaddam, se cimienta sobre raíces “profundas, arraigadas, y estructuradas a lo largo de siglos de historia y que siguen reproduciéndose hoy en día consciente e inconscientemente”.

La labor de genealogía que acoge esta primera parte del ensayo invita a realizar una lectura profunda de la historia, a cuestionarnos la narrativa hegemónica y huir de la peligrosidad del relato único —como diría Chimamanda Ngozi Adichie—, y su visión unidireccional que silencia la participación y presencia histórica de otros pueblos cuna de nuestro pasado. La historia única perpetúa una “hegemonía identitaria” en la que no tiene cabida la pluralidad. Conlleva a una falta de representatividad que divide, alimenta el odio y, como la autora señala, termina formando un clima hostil que se materializa en agresiones e insultos hacia “personas migrantes, moras, gitanas y racializadas en general”. Insultos y agresiones que “van desde las aulas hasta los espacios públicos, y escalan hasta llegar a la violencia letal”.

Narrar desde la experiencia

En su ensayo Safia El Aaddam evidencia que en cuestiones de definición es importante “llamar a las cosas por su nombre” y, de hecho, titula así uno de los epígrafes del libro. En él aborda las limitaciones del feminismo hegemónico, del feminismo blanco, al eludir dentro de su perspectiva las experiencias de las mujeres racializadas y “otras identidades marginalizadas”. Para la autora: “La resistencia de las feministas blancas a reconocer y abordar su propio racismo y opresiones, y a admitir que las mujeres migrantes y racializadas enfrentamos múltiples formas de opresión, refleja una falta de interseccionalidad en sus enfoques y una perpetuación de las desigualdades que dicen combatir”.

El antirracismo no es simplemente una teoría, moda o tendencia, es “un compromiso personal y colectivo que debe ser continuo en todos los ámbitos por justicia social e igualdad”

La experiencia como lugar de enunciación y la escucha activa son fundamentales para el movimiento antirracista. Las personas racializadas y migrantes —desde su conocimiento situado—son quienes mejor pueden narrar sus historias porque lo hacen desde la experiencia. Sin necesidad de que otras voces con afán de ventriloquía hablen por ellas. Nombrar el malestar como acto político es una acción que interpela a la primera persona, aunque terceras voces contribuyan a visibilizarlo. En ese sentido, el ensayo de El Aaddam simboliza un ejercicio de autoenunciación que permite salir del marco epistémico blanco. Es importante porque, como indica Raquel Barreto en ¿Democracia para quién?: la autoenunciación es “algo más que hablar de uno mismo: es un ejercicio que mueve estructuras”. La autoenunciación desestabiliza el poder hegemónico.

Una lucha colectiva 

Al leer algunos fragmentos del ensayo de Safia El Aaddam es inevitable acordarse del libro Marrón, de Rocío Quillahuaman. Especialmente cuando al abordar el racismo institucional señala la violencia burocrática que supone el papeleo para las personas migrantes y para sus hijas e hijos. Enfrentarse a un sistema administrativo deficiente y a un funcionariado —no siempre, pero a menudo— hostil, que pone trabas y no colabora en mejorar la vida de quienes dependen de su labor, puede ser una lucha titánica. En “La niña funcionaria” Quillahuaman narra que de pequeña se imaginaba siendo funcionaria o médica porque “quería estar al otro lado de la mesa, el lado en el que, en la vida real, nunca estábamos. Fantaseaba con tener el poder que tenían ellos cuando necesitábamos su ayuda para lograr una vida mejor”.

Ese deseo de mejorar la vida de los demás alimenta el activismo de El Aaddam. En su libro cuenta cómo, para combatir el racismo institucional, creó la campaña #Tecedounacita para ayudar a quienes deben realizar un trámite en Extranjería o en comisarias y se encuentran muchas veces con la dificultad de lograr una cita para poder renovar el NIE (Número de Identificación de Extranjero), el permiso de residencia u otros trámites esenciales. O la campaña #Tecedomivoto para que personas con DNI cedan su voto a quienes sin la nacionalidad española no pueden ejercer este derecho.

El antirracismo es una lucha colectiva y activa: no debe quedar solo en la palabra. No es baladí que en el ensayo encontremos muchas propuestas para contribuir al cambio. Te puedo adelantar que lo principal es el compromiso. Como escribe Safia El Aaddam, el antirracismo no es simplemente una teoría, moda o tendencia, es “un compromiso personal y colectivo que debe ser continuo en todos los ámbitos por justicia social e igualdad”.

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