¿Te imaginas que solo fuese el juez?

¿Te imaginas que solo fuese el juez?

La violencia en sede judicial contra Elisaa Mouliaá es un elemento más del engranaje misógino que está activo y bien engrasado para intentar paralizar en lo que estamos trabajando: intentar que todo se desmorone y que, por fin, se quiebre el pacto que mantiene a los hombres con poder impunes en las altas esferas de la política y de los medios.

Pantallazo del vídeo filtrado en el que Elisa Mouliaá está declarando ante el juez.

22/01/2025

Llevamos 48 horas wasapeándonos entre nosotras, preguntándonos cómo se encontrará Elisa Mouliaá, qué es exactamente lo que hace que la portavoz del Gobierno de España, Pilar Alegría, esté “tan dolida” y por qué impera ahora un pacto de silencio entre aquellos y aquellas que llevan meses explicándonos cómo debemos hablar y narrar.

Ha tenido que venir un juez a regalarnos una secuencia de compadreo machirulo para que se reactive el caso Errejón y con él una ola social de indignación y denuncia sobre una justicia que lleva siendo patriarcal toda la vida. ¡Bienvenida sea!

No basta con que contemos cómo opera el sistema judicial, ni tampoco son suficientes los análisis y propuestas feministas, las de calle y las legislativas. Se necesita ver la violencia a través de una filtración en prime time para que se rasguen un poco, solo un poco, las vestiduras. Vivimos en una sociedad que aguanta la violencia que está dispuesta a tolerar, y la sociedad española aguanta mucha.

¿Alguien de los que activó la alarma sobre el bienestar de Errejón se ha preguntado cómo ha estado nuestra salud mental todo este tiempo?

Ciertamente, es reparador ver algo de consenso social cuando alzamos la voz para decir que el interrogatorio es victimizante y salvaje, pero, siendo honestas, sabemos que hasta aquí llegamos aguantando mucha más violencia de la que hemos visto en sede judicial. Violencia directa, simbólica y material contra las que han narrado las agresiones que han sufrido por parte del político de izquierdas, contra las que han dado voz a los testimonios y contra las que han investigado periodísticamente su caso.

Mouliaá es oportunista, protagonista y un tanto guarra. Demasiado inocente por decidir usar la estrategia judicial y kamikaze por acudir a los medios generalistas a contar su vida. Violeta, por su parte, no ha sufrido una agresión sexual a pesar de que se quedó paralizada en la habitación de un hotel. Lo suyo fue mal sexo y ella una niñata inconsciente que no supo decir que no. Oportunista también lo es porque, al contrario que Mouliaá, ella decidió no denunciar, pero sí hablar. Y ya de paso, cada mujer que anónimamente ha contado su verdad ha sido cobarde por no dar la cara y estúpida por no usar canales “más adecuados”.

Eso sí, mientras perdemos el tiempo en las juzgarlas socialmente a ellas, se activaban todas las señales de alerta sobre él y el posible deterioro de su bienestar. Íñigo Errejón no parecía muy afectado, arrepentido y con enormes ganas de reparar en el video que se ha filtrado, la verdad. Siempre han importado ellos más que nosotras. No han importado los proyectos colectivos de reparación, sino ellos, su poder y el statu quo que les ampara a todos y que hace que todo se mantenga normal, es decir, violento para nosotras y hegemónico e impune para ellos y su cuadrilla de amigotes. ¿Alguien de los que activó la alarma sobre el bienestar de Errejón se ha preguntado cómo ha estado nuestra salud mental todo este tiempo?

El patriarcado es adaptativo y, ante una fractura como la que abrió ese primer testimonio en la cuenta de Fallarás, se rearticula y refuerza para paralizar su debilitamiento y nuestra fortaleza política y narrativa

El compadreo que el juez Carretero y Errejón han tenido en sede judicial no es muy diferente al que algunos llevan tiempo teniendo en redes, en partidos y en medios de comunicación. Se bailan el agua, juzgan las vidas y estrategias de las víctimas, intentan callarlas y mermar su autoestima y su verdad y mientras respiran tranquilos y siguen haciendo de las suyas con cada una de las mujeres que se relacionan afectivosexualmente. El patriarcado es adaptativo y, ante una fractura como la que abrió ese primer testimonio en la cuenta de Cristina Fallarás, se rearticula y refuerza para paralizar su debilitamiento y nuestra fortaleza política y narrativa.

Por eso, paralelamente, también se han cuestionado los canales de comunicación y a las periodistas. A quienes han publicado los testimonios en redes se les ha tachado de poco rigurosas, de exhibicionistas y de ampararse en el anonimato para tener su minuto de gloria, como si las victimas decidiesen ser anónimas por gusto y no por seguridad y las periodistas no tuviesen derecho a la ambición profesional.

A quienes hemos trabajado con pseudónimos y reporteado las historias de las víctimas con datos contrastados y cronología, en cambio, se nos ha llegado a exigir desvelar nuestras fuentes y retirar nuestros artículos usando las técnicas de presión más burdas del periodismo misógino. Silenciar a las periodistas para silenciar a las víctimas es un clásico del patriarcado y va a seguir sucediendo tras el paso por sede judicial de Mouliaá y Errejón.

No hay un debate sincero desde la ética política, es sencillamente un ejercicio de disciplinamiento contra quienes decidimos que el comunicado lloricón de Errejón no era suficiente y que queríamos ir más allá

No hay un debate sincero desde la ética política sobre cómo debemos abordar la información y la realidad de la violencia sexual en el ámbito de la política y el poder es sencillamente un ejercicio de disciplinamiento contra quienes decidimos que el comunicado lloricón de Errejón no era suficiente y que queríamos ir más allá.

Ir más allá nunca ha sido querer linchar a Iñigo Errejón, ir más allá ha sido siempre investigar con rigor la violencia sexual en política, trabajar por asegurar el derecho a la verdad de las víctimas y e intentar desenmascarar a quienes durante todos estos años han sostenido el silencio colectivo que impera en las altas esferas de la política y de los medios de comunicación.

Lo que sucedió en sede judicial es un elemento más del engranaje misógino que está activo y bien engrasado para intentar paralizar en lo que estamos trabajando: intentar que todo se desmorone y que, por fin, se quiebre el pacto que mantiene a los hombres con poder impunes en las altas esferas de la política y de los medios.

Por eso, hoy hablamos solo del juez y no de todo lo demás. Por eso, no hablamos de lo estructural ni de las complicidades masculinas y la feminidad colaboracionista y recalcitrante que se ha rearticulado para sostener todo. Eso que va construyendo un sistema de justicia que está lejos de la sede judicial y que no está regulado por el sistema penal, pero que es profundamente punitivo y cuyo objetivo es castigar nuestras alianzas y nuestra capacidad de incidir y, ya de paso, vetarnos, destruirnos y lincharnos.

Mientras tanto, seguimos preguntándonos lo importante, ¿cómo estás Elisá Mouliaá, necesitas algo? Y trabajando en lo estructural: cargarnos completamente vuestra impunidad.

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