Sumisas o sospechosas
La exposición ‘Mujeres bajo sospecha: memoria y sexualidad’, comisariada por Raquel Osborne y María Rosón y organizada por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, ofrece un recorrido temático y no lineal por las vidas de las mujeres entre 1930 y 1980, centrándose especialmente en su tan silenciada sexualidad.
Menos de 25 años, el 90%.
Entre 25 y 30 años, el 80%
Entre 35 y 50 años, el 70%
Entre 50 y 60 años, el 40%
Entre 60 y 70 años, el 20%
Esta es la estadística informal de mujeres que se sumaron a la moda del pelo corto en España en los años 30, según un artículo de la revista ‘Estampa’ que relataba semejante revolución de la modernidad. El periodista explica cómo las peluqueras y peluqueros a los que entrevistó le contaron que, como era de esperar, los resultados de estos cortes de melena muchas veces fueron catastróficos, terminando en “divorcios, riñas familiares, fugas o rupturas de noviazgos”. Todo por un corte a lo garçon con el que no estaban de acuerdo el padre, el marido o el novio de turno.
Este artículo y otros muchos documentos, ropas, pósters y objetos personales se podrán ver hasta el 10 de febrero en el Ateneo de Madrid, en la exposición ‘Mujeres bajo sospecha: memoria y sexualidad’, comisariada por Raquel Osborne y María Rosón y organizada por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. La muestra ofrece un recorrido temático y no lineal por las vidas de las mujeres entre 1930 y 1980, centrándose especialmente en su tan silenciada sexualidad.
Dividida en secciones temáticas, se inicia el recorrido con ‘Las modernas’ de los años 30. Entre fotografías, artículos y objetos personales podemos ver cómo empezaron a cortarse el pelo, a quitarse el sombrero, a trabajar o a viajar. Como ejemplos de entre los más públicos, Maruja Mallo o Carlota O`Neill. Sin embargo, no tardaría en llegar el régimen franquista para reprimir esos tímidos pasos hacia la modernidad, con un modelo de mujer basado en la figura de amantísima madre, esposa y ama de casa bien apuntalado en el catolicismo.
Caminaremos entonces entre las vitrinas acompañando a las ‘Individuas de dudosa moral’. Junto con republicanas y supuestas colaboracionistas, que serían castigadas ejemplar y públicamente con el rapado, el ricino o la ejecución, mujeres lesbianas o prostitutas serían también encerradas en cárceles y en hospicios. Podremos ver los textos de psiquiatras como López Ibor o Vallejo Nájera, que elaborarían tratados sobre la peligrosa sexualidad femenina en los que intentaban naturalizar la sumisión de las mujeres que propugnaba el régimen. Mientras, en el polo opuesto, el médico Serrano Vicéns recogería datos sobre la vida sexual secreta de las mujeres de postguerra: un 66,5% de las solteras -escribía- han tenido el deseo de tener relaciones lésbicas con una amiga o conocida, el 32% ha llegado a practicarlas y, de ellas, el 80% repitió.
A pesar de la violencia y de la represión podremos comprobar cómo hubo algunas que buscaron las grietas del modelo con ingenio y creatividad, consiguiendo vivir su sexualidad en los márgenes de la norma. Para identificarse como lesbianas se preguntaban al encontrarse si eran “libreras” y se escabullían de acampada acompañadas de chicos homosexuales fingiendo ser parejas en unas inocentes vacaciones. Había encuentros en cafés y cabarets y se acordaban matrimonios tapadera que permitían eludir la vigilancia del régimen. Pero esta vigilancia era férrea.
En la sección ‘Las Domesticadoras’, veremos cómo monjas o falangistas estaban encargadas de domesticar a las niñas a través de la educación física y moral. Expuesto entre estampas religiosas, un libro de la buena alumna del colegio Sagrado Corazón reza que las tareas para el verano tenían que realizarse en este orden: 1º. Dios 2º. Formación 3º. Esparcimiento. Y recordaba que no se podía olvidar ‘Mortificarse una vez al día’.
En las vitrinas de la exposición el escapulario reposa junto al cilicio y a los educativos libros de Celia o la carísima Mariquita Pérez. Entre los artículos periodísticos recuperados, figura la historia de la niña Josefina Vilaseca, ejemplo de virtud tras morir por resistirse heroicamente a un intento de violación para proteger su castidad. Con estos inspiradores ejemplos se educaba a ‘Las Decentes’, una nueva sección en la que podremos ver cómo a través de la publicidad, el cine o la literatura se guiaba a las mujeres hacia la devoción, el sacrificio y el hogar.
Sin embargo, a partir de los años 60 y 70 se ampliaron las grietas y comenzaron a filtrarse ráfagas de aire fresco, dando paso a ‘Las liberadas’. Son los años del destape. Muestras de cine, música y literatura ejemplifican formas diferentes de vivir la sexualidad. En Barcelona nace la revista Vindicación feminista, comenzando a perfilarse el feminismo español contemporáneo y se abre el ‘Daniels’, primer bar de lesbianas de España.
Cuando fui a ver la exposición tuve unas improvisadas compañeras de visita que habían vivido aquellos años y comentaban sus propios recuerdos al ritmo de las vitrinas. Se rieron de lo horriblemente anchos e incómodos que eran los pololos para hacer deporte, rememoraron lo insoportable que eran los ejercicios espirituales de las monjas y contaron cómo una de ellas se había escabullido de la vigilancia doméstica tomando “prestada” la moto de su hermano. Por esa razón es una exposición imprescindible de visitar; para recordar dónde estuvimos (y dónde quieren algunos que volvamos a estar) y para aprender de las formas creativas y valientes que utilizaron muchas mujeres de las que somos herederas para resistirse a tan férreo control sobre sus vidas y sus cuerpos.
La muestra podrá visitarse hasta el 10 de febrero en el Espacio Prado del Ateneo de Madrid (c/Prado nº19).