El movimiento feminista de Bizkaia organiza un concierto clandestino para solidarizarse con la lucha de las trabajadoras de residencias que llevan más de una de reivindicaciones para lograr mejoras laborales y salariales
Conseguimos denunciar por abusos sexuales al príncipe azul de Blancanieves, dejamos dormir a la Bella Durmiente su resaca bajándole las persianas y cambiamos el destino de Caperucita regalándole una katana. Sin embargo hay aún una princesa que se nos resiste: la Cenicienta. En el vídeo os planteamos la gran deuda que el feminismo tiene con las cuidadoras que se hace especialmente evidente en fechas tan señaladas como el 8 de marzo.
Las mujeres hemos interiorizado el miedo a la libertad, a tomar decisiones y a la soledad. Nuestras parejas masculinas deben asumir esos temores e integrarlos como una parte más de los cuidados y afectos que nos proporcionan.
El espacio público de nuestras ciudades hace tiempo que dejó de fomentar el encuentro. Sin embargo, hay lugares en el ámbito de los cuidados que sí lo propician y además ofrecen nuevas posibilidades para superar discriminaciones y exclusiones en el terreno urbano.
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Si no nos cuidamos entre nosotros ¿quién lo va a hacer? Relato de una conversación en Grindr.
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El rechazo al propio cuerpo, la sensación de fracaso tras no lograr lo que nos proponíamos y los azotes que recibe la identidad que nos construimos a causa de ello crean un gran malestar. Hoy abrimos un espacio en #ParticipaenPikara para que todo el mundo pueda compartir pensamientos, emociones o lo que necesitemos.
Un hombre de 56 años que cuidaba a su madre de 92 años, enferma de Alzheimer, la mató y luego se apuñaló a sí mismo. ¿Hablamos de violencia machista o desplazamos el debate a la eutanasia y la atención a la dependencia?
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Tras leer defensas lacrimógenas sobre gente como Rita Barberá o José Antonio Griñán, permítanme recordar también a algunas otras personas honestas, como Mari Carmen, limpiadora y cuidadora que se enfrenta a un desahucio. Seguro que ustedes también conocen a montones.
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La comida no solo sirve para alimentarnos. Con ella nutrimos nuestro cuerpo y alma. Y es en la cocina donde se hace más visible la división sexual del trabajo: ellos son chefs, nosotras cocineras.
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Estoy muy de acuerdo con la PPiiNA en que las madres somos las únicas responsables de la crianza y esto es algo que debe cambiar. Con lo que estoy en desacuerdo es con su discurso y con las soluciones que proponen.
